lunes, 17 de octubre de 2011

Viajar en avión

Aún recuerdo los días en que viajar en avión era algo glamuroso e importante que a todo el mundo le hacía mucha ilusión. Viajabas en avión y estabas haciendo uso de la más avanzada ingeniería, del mayor confort y del mejor trato y amabilidad por parte del personal de vuelo. ¡Qué tiempos aquellos!
Fue aún en esos días "dorados" cuando comencé a viajar por trabajo, al principio de forma ocasional y durante largas temporadas, de forma muy frecuente. También en esa época hice mi primer vuelo transoceánico y recuerdo que me cabían las piernas perfectamente entre mi asiento y el respaldo de delante. ¡Qué aviones aquellos!

Por muy corto que fuera el viaje, siempre tenían algún detalle contigo, incluso en tramos más largos, no faltaba un desayuno estupendo, con ese café aguado que nos sabía a gloria bendita a las horas intempestivas que volamos los pobres currantes, con ese chocolate a la taza que ofrecía Spanair y que la convertía en mi línea aérea favorita, con esa bollería y esas galletitas y ese zumo de naranja que te dejaban como un rey y que hacían que empezases el día con fuerza a pesar del consabido madrugón. ¡Qué servicio de a bordo aquel!

Entonces alguien descubrió que si le quitaba una aceituna, ¡una sola aceituna! a las comidas que se servían a bordo de sus aviones en todo el mundo, se ahorrarían 40.000$ ... y ahí llegó el fin del servicio de a bordo. Porque claro, si quitando una aceituna se ahorraban 40.000$, ¿cuánto se ahorrarían si quitaban el zumo, los bollitos, el café aguado ¡y hasta el chocolate! y si además movían todas las filas del avión unos cuántos centímetros hacia delante, dejando el espacio justo para poder respirar - flojito, eso sí - y ganando así una fila más por avión, entonces ¡el ahorro sería muchísimo mayor! y ahí vino el fin del confort.

Para compensarnos por semejantes agravios, las compañías aéreas empezaron a sacar tarifas reducidas, ¡reducidísimas! casi tanto como el escaso espacio para respirar - flojito - que queda entre sus filas de asientos. Y entonces cualquiera pudo volar, y esto debió molestar mucho al personal de vuelo, porque ya no te tratan igual. Yo creo que ahora te miran y piensan "este cutre seguro que ha pagado poquísimo por su billete, no se merece que le sonría ni que le salude", y tú te agachas en el diminuto espacio que tienes asignado en el avión, miras para abajo avergonzado y procuras no molestar mucho - ni respirar muy fuerte - no vaya a ser que alguien se moleste.
Y entonces piensas en los tiempos dorados y en aquel café del que tanto nos quejábamos y por el que ahora - si queremos - tenemos que pagar un precio disparatado que hace que ya no nos sepa igual, claro.
En estos tiempos de ahorro y low cost, lo único que nos queda por pedir a las aerolíneas es que bajen un poco el volumen de la megafonía para que al menos podamos dormirnos durante el vuelo, y que el trago se pase lo antes posible. El trago metafórico, claro, ¡cualquiera pide un trago hoy en día!

3 comentarios:

Ness dijo...

Uy sí, que pesadilla la maldita propaganda que ni con tu música propia silencias...aaarrrggh!

Conxi dijo...

jajaajaj, bueno ya sabes a mi me da fobia volar y de las dos veces que he volado aún servían comidas y no "poté" la tortilla de patatas de milagro...
Muy buena la entrada!

M@rt@ dijo...

aissss yo nunca e volado y no tengo ninguna prisa jejeje